Vistas de frente son como esas carreteras
kilométricas que se pierden en el infinito. No lo son. Son carreteras cortas
(de unos cinco metros) que se estrechan. El coche que circula por ella se mete
en la cuneta nada más arrancar. Su apariencia de carretera infinita –de las que
evocan ideales de libertad y horizontes crepusculares–, se desdibuja en cuanto
asomas la cabeza un poco por el lado y rompes el ángulo perfecto. Si miras de
frente te asaltarán deseos de libertad y cambio. Si miras desde cualquier otro
lugar verás una negligencia infraestructural. De frente: futuro y esperanza. Desde otro
lado: malversación de dinero público y accidentes mortales.
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