Un padre haciendo aquello de engañar a su hijo haciéndole pensar que le ha robado la nariz; pero esta vez no iba en broma, lo ha hecho, se la ha arrancado. El niño no se lo esperaba, no lo ha visto venir. No llora de dolor, llora de pena porque se siente engañado, traicionado por su propio padre. Los mocos brotan del conducto cercenado, se derraman sin control, no hay dique, no hay pared nasal a la que aferrarse hasta convertirse en masa maleable, en moco seco. El padre le intenta 'devolver' la nariz, pero ahora ya no se puede así como así, apenas se sostiene cuando trata de adherirla sobre el mejunje de sangre y mocos que tiene en la cara y la nariz se desliza cara abajo hasta precipitarse al suelo. Sólo la cirujía podrá arreglar esto. Sólo la ciencia médica podrá sanar esta relación de padre e hijo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario